MEDIDAS DEL TRATADO VERSALLES FIN DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL REPUBLICA WEIMAR
El 28 de junio de 1919, exactamente cinco años después de que un asesinato en Sarajevo provocara la Primera Guerra Mundial, los países beligerantes firmaron un acuerdo para terminar con las hostilidades. El Tratado de Versalles, llamado así por el palacio francés donde fue firmado, fue el colofón de la Conferencia de Paz de París.
Significó la entrada en lo que el presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, llamó «un orden internacional nuevo», basado en sus «catorce puntos», una lista de demandas que representaría «una paz sin victoria» no punitiva, afianzada por una votación popular y un debate abierto. Sin embargo, los «cuatro grandes» vencedores, Francia, Italia, Gran Bretaña y Estados Unidos, llevaron las conversaciones en secreto durante seis meses. Los tres países europeos querían neutralizar a Alemania y Wilson se vio obligado a acceder.
El Tratado estableció una Liga de Naciones a nivel mundial (el punto decimocuarto de Wilson, de gran importancia) , pero Alemania fue excluida.
¿Se obligó a Alemania en los tratados de paz a afrontar en concepto de reparaciones de guerra unos pagos excesivos? La respuesta afirmativa tiene una trascendencia innegable en la historia europea del siglo XX, porque las sanciones constituirían el factor fundamental en los desequilibrios de la economía continental y, por otra parte, en el orden político fueron el caldo de cultivo del nacionalismo revanchista.
El gran economista Keynes formó parte de la representación británica en la Conferencia de París y fue mandatario del ministro de Hacienda en el Consejo Supremo Económico. Dimitió de ambos puestos cuando consideró excesivas las sanciones. Su libro, terminado en noviembre de 1919, constituye el clásico por excelencia en la crítica de las sanciones desde el punto de vista económico. Veamos sus razones.
Una cuestión de principio:
En primer lugar, un aspecto moral. En la nota que entregaron los aliados al gobierno alemán el 5 de noviembre de 1918 como condición para la paz se hablaba solo de daños civiles: «Alemania dará compensación por todo el daño causado a la población civil…». Además esta nota intentaba aclarar los puntos de Wilson, en los que se alude al daño en territorio invadido. Por tanto, entiende Keynes que no estaban comprendidos y no podían reclamarse los daños generales de guerra. Resultaba además discutible que se pudiera exigir a Alemania el pago por las destrucciones causadas por sus aliados, puesto que la nota aliada habla de agresión «alemana», cuando pudiera haber hablado de agresión de «Alemania y sus aliados».
El problema del cálculo de las reparaciones: Aun incluyendo otros tipos de reparaciones, de carácter militar, se presenta el problema de su cálculo. La grandeza terrible de las destrucciones dificultó cualquier estimación precisa; los gobiernos aliados se inclinaron por presentar balances muy abultados.
Bélgica sufrió graves destrucciones pero su riqueza, según la evaluación oficial del ministerio de Hacienda de 1913, impide suponer que fueran justas las cifras que presentó. De mayor volumen fueron las destrucciones en Francia, no obstante sus reclamaciones fueron exageradas, puesto que el enemigo no ocupó más que el 10% de su superficie territorial y la zona de verdadera devastación no excedía el 400. Keynes cifra en 500 millones de libras el daño físico y material de las comarcas ocupadas, en lo que coincide con un francés, Pupin, autor de un estudio sobre la riqueza de Francia antes de la guerra, quien estima el monto de las destrucciones entre 400 y 600 millones de libras.
Sin embargo, Dubois, en nombre de la comisión de presupuestos de la Cámara francesa, las calculó en un mínimo de 2.500 millones de libras, y Loucheur, ministro de Reconstrucción Industrial, en 3.000 millones. Keynes calcula que el total de las destrucciones, sumando las de Bélgica, Francia, Gran Bretaña y los otros aliados, debió de ser aproximadamente de 2.120 millones de libras, a las que habría que sumar pensiones a familias destruidas, con lo cual podría llegarse a los 3.000 millones de libras, pero en todo caso quedaría muy lejos de los cálculos aliados, que además exigían onerosos intereses por el pago de las cantidades aplazadas.
Capacidad de pago de Alemania
Un tercer aspecto que debe ser considerado, es la capacidad de pago de Alemania. Porque si Alemania sólo saldara mediante pagos pequeños, de alrededor de 150 millones de libras anuales, al interés compuesto la deuda no dejaría de aumentar. Y debería en 1936 una cantidad superior a la de 1920. Keynes contabiliza cuidadosamente todas las partidas: oro, barcos, valores extranjeros, etcétera. Además entiende que habría que descontar el valor de las propiedades alemanas existentes en los territorios entregados; por ejemplo en Alsacia y Lorena.
De su examen minucioso deduce que la capacidad de pago del vencido ha disminuido drásticamente. «Es evidente que la capacidad de pago de Alemania de preguerra para pagar un tributo anual al extranjero se ha visto disminuida por la pérdida casi total de sus colonias, de sus relaciones ultramarinas, de su marina mercante y de sus propiedades en el extranjero; por la cesión del lO00 de su territorio y de su población; de un tercio de su carbón y de tres cuartos de su mineral de hierro; por la muerte de dos millones de hombres en la mejor edad de la vida; por el hambre de su pueblo durante cuatro años…».Concluye que 2.000 millones de libras es la cifra máxima a la que Alemania puede hacer frente. Y los aliados ponían por entonces, en 1919, los mínimos en 8.000 millones.
Keynes concluye, entre sugerencia y queja, que si los aliados fomentaran el comercio y la industria alemana durante un período de cinco años la nación reconstruida estaría en condiciones de impulsar la economía continental y hacer frente a sus obligaciones.
En coincidencia con Keynes numerosos autores alemanes trataron de demostrar que era imposible pagar las reparaciones y que en cualquier caso sumirían al país vencido en la pobreza. En la primera nota dirigida a los aliados se aseguraba que el pago condenaría a millones de alemanes a la inanición. Incluso las transferencias unilaterales de mercancías desequilibrarían el comercio internacional. En el terreno neutro de la economía coincidía un vencedor lúcido con los vencidos.
El Plan Dawes. En 1924, una comisión internacional presidida por el banquero estadounidense Charles G. Dawes, presentó un plan donde se fijaban cantidades más razonables para las reparaciones y se facilitaban créditos en el extranjero, principalmente procedentes de Estados Unidos, para ayudar a Alemania a cumplir los plazos de sus pagos. El proyecto fue enérgicamente rechazado por los políticos nacionalistas alemanes, por considerarlo un medio de la política estadounidense para someter Alemania a una esclavitud económica. No obstante, el canciller Gustav Stresemann consiguió el voto favorable de las dos terceras partes del Parlamento, y la propuesta fue aprobada. Con la aceptación del Plan Dawes comenzaba a reducirse la tensión internacional originada por las sanciones económicas impuestas a Alemania.
El Temor de Keynes por las Reparaciones de Guerra: Prescindiendo de otros aspectos del asunto, creo que la campaña para asegurar de Alemania el pago total del costo de la guerra era uno de los actos más graves y de mayor torpeza política de que han sido jamás responsables nuestros gobernantes. ¿Qué porvenir tan distinto pudiera haber esperado Europa si Mister Lloyd George o Mister Wilson hubieran comprendido que el problema más grave de todos los que reclamaban su atención no era político o territorial, sino financiero y económico, y que el peligro del porvenir no está en las fronteras ni en la soberanía, sino en el alimento, el carbón y el transporte? Ninguno de ellos prestó la debida atención a estos problemas, en ningún momento de la Conferencia (…),
Así es que toda consideración científica de la capacidad de Alemania para pagar fue desechada desde el principio (…). La situación financiera de Francia e Italia era tan mala, que no era posible que éstas atendieran a razones sobre el asunto de la indemnización alemana, si no se les podía indicar, al mismo tiempo, una alternativa para librarse de sus males. Los representantes de los Estados Unidos cometieron, a mi juicio, una gran falta por no haber tenido propuestas constructivas que ofrecer a una Europa doliente y enloquecida i… K
“Keynes: Las consecuencias económicas de la paz. 1920.”
Así es que toda consideración científica de la capacidad de Alemania para pagar fue desechada desde el principio (…). La situación financiera de Francia e Italia era tan mala, que no era posible que éstas atendieran a razones sobre el asunto de la indemnización alemana, si no se les podía indicar, al mismo tiempo, una alternativa para librarse de sus males. Los representantes de los Estados Unidos cometieron, a mi juicio, una gran falta por no haber tenido propuestas constructivas que ofrecer a una Europa doliente y enloquecida i… K
“Keynes: Las consecuencias económicas de la paz. 1920.”
citado en Historia del mundo contemporáneo, Selectividad 97-98,
Julio Montero Díaz (coordinador t.
Ediciones TEMPO, Madrid, España, 1996
Julio Montero Díaz (coordinador t.
Ediciones TEMPO, Madrid, España, 1996
PARA SABER MAS…
Alemania, desmantelada
Wilson y Lloyd George resistieron con éxito a las exigencias más radicales de Clemenceau, pero el acuerdo definitivo ostentaba el genuino sello del francés. Alemania fue privada de más del 13 por ciento de su territorio y de casi 6 millones de habitantes. Alsacia-Lorena se devolvió a Francia, y Bélgica recibió otro territorio. El Sarre, rico en carbón, y la provincia septentrional de Schleswig (que Alemania había arrebatado a Dinamarca en 1864) celebrarían un plebiscito que expresara la voluntad de sus habitantes.
Alemania, desmantelada
Wilson y Lloyd George resistieron con éxito a las exigencias más radicales de Clemenceau, pero el acuerdo definitivo ostentaba el genuino sello del francés. Alemania fue privada de más del 13 por ciento de su territorio y de casi 6 millones de habitantes. Alsacia-Lorena se devolvió a Francia, y Bélgica recibió otro territorio. El Sarre, rico en carbón, y la provincia septentrional de Schleswig (que Alemania había arrebatado a Dinamarca en 1864) celebrarían un plebiscito que expresara la voluntad de sus habitantes.
Polonia obtuvo Poznan, la mayor parte de Prusia occidental y una zona de la oriental con acceso al mar Báltico. Mediante esta decisión, Prusia oriental quedaba separada del resto de Alemania y varios millones de alemanes bajo jurisdicción polaca. Al sur, los artífices del tratado reconocieron la existencia de un nuevo país, Checoslovaquia, que comprendía parte de la Silesia alemana y unos tres millones de personas de lengua alemana en Bohemia y Moravia. Se estipulaba asimismo que Austria, cuya población era en su casi totalidad de habla germana, jamás se uniría con Alemania, y en consecuencia se desestimaban los argumentos de índole racial o económica existentes en favor de tal unión.
Análogamente, las cláusulas militares reflejaban la terca actitud de Clemenceau, quien se había propuesto aniquilar para siempre el vigor alemán. Prescribían la ocupación aliada, durante 15 años, de la ribera izquierda del Rin y el desmantelamiento de todas las fortalezas alemanas de la orilla derecha. El ejército alemán del aire fue disuelto; el de tierra se redujo a 100.000 soldados y la armada a 15.000 hombres, 6 cruceros ligeros, 12 destructores y algunos navíos anticuados. Alemania, además, tenía que entregar todo su material de guerra, incluidos los submarinos, y le estaba vedada la importación de armas o municiones. Los galos parecían haber conjurado su secular peligro.
El jefe de gobierno francés decidió también que Alemania pagara la totalidad del costo de la guerra. En el armisticio, Alemania se avino a. resarcir por todos los daños causados a la población civil y a sus propiedades. Ello suponía una enorme suma. En Francia, escenario de gran parte de la lucha, cerca de 300.000 hogares fueron destruidos, unas 6.000 fábricas desmanteladas, las minas de carbón inundadas, el ganado muerto y los cultivos asolados por la artillería y los gases.
Con todo, Clemenceau exigía que Alemania pagase también las pérdidas militares de los aliados, y elevaba la deuda germana de 30.000 millones a 200.000 millones de dólares. Wilson se negó abiertamente a admitir esta cifra astronómica. Lloyd George vacilaba: por un lado su conciencia le movía a seguir a Wilson; por otro, las promesas de su campaña electoral le llevaban a apoyar a Clemenceau. El resultado fue un compromiso defectuoso que no señalaba una cifra concreta y extendía el pago durante un período tan dilatado que condenaba a toda una generación de alemanes a vivir y trabajar en un país cuyo nivel de vida no podría mejorar en absoluto.
Pero la cláusula más recusable de todas era la llamada de «culpa de guerra». Por ella, Alemania asumía toda la responsabilidad de la contienda y la destrucción consiguiente. El célebre artículo 231 manifestaba: «Los gobiernos aliados y asociados declaran, y Alemania acepta, la responsabilidad de Alemania y la de sus aliados como causantes de todas las pérdidas y daños que los gobiernos aliados y asociados han sufrido, como consecuencia de la guerra provocada por la agresión de Alemania y sus aliados».
AMPLIACIÓN DEL TEMA… La crisis de la postguerra se hizo más aguda cuando los E.U.A. se negaron a ingresar en la Sociedad de Naciones Los norteamericanos firmaron tratados de paz separados con Alemania y Austria en 1921. Después de prolongadas negociaciones se logró llegar a un acuerdo sobre el montante de las reparaciones. Los pagos de Alemania se hacían con gran demora. En muchas ocasiones sólo se entregaban cantidades a cuenta. A principios de 1923, Francia, impaciente por cobrar, ocupó la región industrial del Ruhr. Esto ocasionó serios disturbios a la producción germana y la situación financiera mundial se hizo muy tirante.
Un grupo de países interesados en la situación económica de Alemania designaron una comisión para estudiar el problema. Dicha comisión fue presidida por Carlos G. Dawes, y recomendó el plan que lleva su nombre. Según este plan, firmado en agosto de 1924, era necesario restablecer la estabilidad monetaria de Alemania, con la garantía de su producción futura. Se estipuló también un sistema escalonado para el pago de las reparaciones. Alemania encontró las condiciones muy onerosas, y las nuevas negociaciones que tuvieron lugar culminaron en el Plan Young (junio de 1929). Según éste, se le concedió a Alemania un plazo de 59 años para el pago de las reparaciones.
En diciembre de 1925 se firmó el Pacto de Locarno entre Francia y Alemania. Ambos países acordaron respetar mutuamente sus respectivos territorios, e Inglaterra e Italia se obligaron a defender a cualquiera de las partes que fuese atacada. En septiembre de 1926 fue admitida Alemania en la Sociedad de Naciones. Estos arreglos de carácter político, sin embargo, no pudieron resolver el problema económico. Francia e Italia no estaban en condiciones de recoger sus emisiones de papel moneda. Lo único que pudieron hacer fue pagar una parte proporcional de las mismas. Alemania logró mantener su papel a la par sólo mediante empréstitos obtenidos en los Estados Unidos.
Al surgir la crisis económica mundial de 1929, las condiciones de los países afectados por la guerra se hicieron más difíciles. Los E.U.A. recomendaron un año de moratoria para todas las transacciones internacionales. La principal casa bancaria de Austria cerró sus puertas, y una seria crisis afectó a Inglaterra, Alemania y los E.U.A. Con esta crisis comenzaron en Alemania las primeras protestas públicas contra el Tratado de Versalles. El escenario se preparaba para la segunda guerra mundial (1939-1945).
Fuente Consultada: Enciclopedia BARSA Tomo 8
Fuente web: http://historiaybiografias.com/versalles/